El boxeo vasco ha abierto definitivamente sus puertas y las leyendas de un deporte maldito han quedado arrinconadas. Gimnasios llenos, veladas con casi 2.000 personas y nuevos nombres de deportistas que asumen el reto de practicar una modalidad dura pero que, como en otras disciplinas, tiene espacio suficiente para acoger desde el curioso que busca ponerse en forma al exigente aficionado que aspira a escuchar el golpe de campana con el que arrancan tres minutos eternos.