Los cambios producidos en la sociedad actual y más concretamente en las empresas de hoy en día, han evidenciado cambios a nivel estructural en las altas esferas. Tradicionalmente, asociábamos la dirección empresarial con ejecutivos maduros, que llevaban media vida trabajando en la empresa y que comenzaron su ascenso de forma paulatina, desde lo más bajo hasta el estrellato.
Las tendencias muestran un cambio en la edad de los directivos españoles siendo la edad óptima entre 30-35 años; el principal motivo de este cambio ha sido la necesidad de contar con profesionales más adaptados a la realidad actual, que conozcan otros sectores y que puedan aportar frescura y originalidad en la dirección, un área en la que la tradición marcaba que fueran generaciones más maduras los que ocupasen los altos cargos.
Al margen de las ventajas económicas que supone para el empresario contratar un profesional más joven, hay que añadir que también los nuevos profesionales están mejor preparados a nivel de formación. La gran mayoría cuenta en su haber con un programa de Postgrado o un MBA, además controlan el entorno digital y muestran disponibilidad para adaptarse a las exigencias de la dirección actual, siendo capaces de asumir retos y afrontar responsabilidades del mismo modo que lo podría hacer un senior.
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