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Las grandes empresas de hoy fueron empresas que no dejaron de lado la formación en el pasado

Formación y empresa es, sin lugar a dudas, uno de los binomios más importantes en el mundo de la educación para el trabajo. La empresa –grande o pequeña, formal o informal, productora de bienes o de servicios, tecnológicamente avanzada u obsoleta, pública o privada, rural o urbana, en síntesis: el universo de las unidades productivas– constituye el lugar en el cual, en última instancia, serán aplicados muchos de los conocimientos, habilidades y actitudes que se adquieren en los procesos de formación profesional por parte de quienes integran la población ocupada de un país.

Por causa de este hecho es que, en el terreno de la formación, ha adquirido un gran empuje lo que en materia de políticas sociales se conoce como el enfoque de la demanda, que tiene como una de sus características distintivas la tendencia a ajustar las acciones que se desarrollan en un determinado campo a las necesidades del público objetivo al cual están destinadas. Esto, en materia de formación, implica que la misma debe atender a las necesidades reales que en esa dimensión tienen las empresas y los trabajadores que las componen (independientemente del lugar que ocupan en su estructura y/o escala jerárquica).

Lo anterior no significa de ningún modo que la formación se agote en el campo de lo estrictamente laboral. Cada vez más, la formación es entendida y practicada como una formación para la ciudadanía, concepto que incluye una pluralidad de dimensiones entre las cuales, sin dudas, la inclusión en el mercado laboral es una de las de mayor relevancia.

Pero, desde el punto de vista de las empresas, y fundamentalmente de quienes, de una u otra forma, las dirigen: ¿para qué sirve la formación? Así, hay quienes subrayan el fuerte vínculo entre formación, productividad y competitividad, ya sea desde un punto de vista eminentemente tecnológico, o a partir de una mirada puesta fundamentalmente en la organización de los procesos productivos. Otros, hacen hincapié en el papel absolutamente central  de la formación en lo relativo a la innovación tecnológica, ya sea en materia de desarrollo e investigación como en lo relativo a la incorporación de nueva tecnología a los procesos.

Como puede apreciarse, todos estos campos están íntimamente relacionados, y en todos ellos la formación asume un rol destacado especialmente para los puestos directivos. Aquellos directivos que apuestan por la formación están apostando por su éxito en el futuro. En tiempos de vacas flacas, el profesional que maneje una empresa debe destacarse no por hacer una cosa 100% mejor que las demás, sino hacer 1% mejor cien cosas diferentes. La diferenciación debe ser el objetivo que persiga un buen gestor.

Las grandes empresas de hoy fueron empresas que no dejaron de lado la formación en el pasado, y su ejemplo es seguido por grandes corporaciones que invierten en formación,  porque saben que es un arma muy poderosa como para cortarle las alas y considerarla un gasto superfluo.