La palabra extinción suele provocar imágenes de tiranosaurios, pteronosaurios picudos y de alas anchas o velociraptores.
Solemos tener algunas nociones sobre la época en que los gigantes reptiles iban por el planeta y, por lo general, sentimos fascinación por sus dientes y garras. Todos sabemos que ya no existen , seextinguieron hace 65 millones de años, cuando una bola de fuego cruzó los cielos e impactó violentamente contra la superficie del planeta.
Esta fue la última pero no la peor de las grandes extinciones. Ese honor es para la que ocurrió hace 250 millones de años, en el Pérmico, tan masiva que se la conoce como la Gran Mortandad. Hace 3.800 millones de años surgió por primera vez la vida. Ahora, todo apunta a que asistimos en primera fila a la sexta gran extinción.
La Tierra es única en nuestro universo, porque es el único planeta, que se sepa, en donde hay vida. Nuestro planeta se encuentra a la distancia correcta del Sol, lo cual hace posible que en él vivan plantas y animales. Los primeros signos de vida fueron algas verde-azuladas y bacteria que se formaron en los mares y que aparecieron sólo hace 3.5 mil millones de años. Plantas y animales más complejos se desarrollaron tan sólo hace 570 millones de años. Actualmente existen aleddor de 1.3 millones de especies de animales en la Tierra y, probablemente, muchos millones más que aún se desconocen.
En el año 1998 sonó por primera vez las alarmas. “La mayoría de los biólogos del país están convencidos de que está en marcha una extinción en masa de animales y plantas”, se podía leer a principios de abril de ese año en las páginas de The Washington Post. El museo decía que siete de cada diez biólogos afirmaban que una quinta parte de todas las especies vivas podría desaparecer en menos de tres décadas y que el ritmo de desaparición era mayor que en cualquier otro momento de la historia.
Cualquiera imaginaría que, ante unas predicciones tan dramáticas, se tomarían decisiones políticas y sociales, pero no fue así. La encuesta solo contaba con la opinión de cuatrocientos expertos y no fueron pocos los que pusieron en tela de juicio las conclusiones. Sin datos sólidos que respaldaran el argumento de la extinción, el asunto cayó en el olvido, hasta que las cosas adquirieron un tinte bastante más grave.
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