La agricultura sostenible es aquella que, en el largo plazo, contribuye a mejorar la calidad ambiental y los recursos básicos de los cuales depende la agricultura, satisface las necesidades básicas de fibra y alimentos humanos, es económicamente viable y mejora la calidad de vida del productor y la sociedad toda. En definitiva, una agricultura sostenible debe lograr un equilibrio armónico entre el éxito económico, la responsabilidad ecológica y la aceptación social.
Un manejo sostenible de los agroecosistemas queda definido por una equilibrada combinación de tecnologías, políticas y actividades, basada en principios económicos y consideraciones ecológicas, a fin de mantener o incrementar la producción agrícola en los niveles necesarios para satisfacer las crecientes necesidades y aspiraciones de la población mundial en aumento, pero sin degradar el ambiente, este tipo de gestión da paso a la producción integrada.
Según la Consejería de Agricultura, la Producción Integrada se define como los sistemas agrícolas de obtención de vegetales que utilizan al máximo los recursos y los mecanismos de producción naturales y aseguran a largo plazo una agricultura sostenible, introduciendo en ella métodos biológicos y químicos de control, y otras técnicas que compatibilicen las exigencias de la sociedad, la protección del medio ambiente y la productividad agrícola, así como las operaciones realizadas para la manipulación, envasado, transformación y etiquetado de productos vegetales acogidos al sistema.
La producción integrada (ICM) es ante todo una hábil estrategia de control que combina medidas culturales, biológicas, técnicas, biotecnológicas y químicas fitosanitarias con el fin de lograr un enfoque ecológicamente sostenible. No se trata de la mera sustitución de «productos químicos» por «métodos naturales » ni de reducir la dosis de los productos fitosanitarios aplicados. Es más un planteamiento que combina medidas de protección de cultivo dentro de un todo adecuado, que exige tanto habilidad como conocimientos tecnológicos.
El uso dirigido de productos con enfoque a la ICM permite ahorrar dinero, por consiguiente tiene además el aliciente de brindar incentivos económicos al agricultor. A largo plazo, el agricultor comprará automáticamente según este concepto. Sin embargo, los niveles de conocimiento, habilidad y experiencia de los agricultores varían en las diversas partes del planeta. Esto significa que lo que cuenta no es solo cuestión de proporcionar nuevas tecnologías y planes. Tal como se ha dicho, es igualmente importante la capacitación – y en los países en desarrollo, la falta de educación básica en las zonas rurales es a menudo el meollo del problema.
Dado el gran numero de agricultores a nivel mundial, actividades de capacitación y educación tienen que contar con el apoyo de todos los involucrados, ya sean gobiernos, industria, sindicatos, agricultores, organizaciones internacionales y no gubernamentales.Todo puede ser de importancia vital para su éxito y ayudar de este modo al intercambio de informaciones relativas a tecnologías avanzadas y soluciones dentro de la producción integrada. El principal problema estriba a menudo no en la falta de soluciones, sino en que sencillamente los agricultores no han recibido la información adecuada.
El punto clave consiste en que el reto tiene que ser abordado conjuntamente por todos los interesados. Por tanto, en el futuro se deberán generar más alianzas para mejorar el proceso del trabajo conjunto. Esto se traducirá en una mejora de la comunicación y de los conocimientos y además creará la conciencia requerida para los cambios necesarios. Tienen que crearse las condiciones políticas básicas idóneas para generar los cambios fundamentales que conviertan la agricultura sostenible en una realidad duradera y a largo plazo. Sin olvidar que son las diferentes opiniones y expectativas las que mueven el mundo. Influyen en el desarrollo global y, por tanto, deben tenerse en cuenta.
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