El grupo holandés de Recursos Humanos Randstad ha elaborado un estudio con el que pretende informar a los candidatos acerca de cómo no deben comportarse durante una entrevista de trabajo. Entre otras recomendaciones destaca que el uso de palabras vulgares y mostrar una postura negativa son algunas de las actitudes no recomendables a la hora de realizar una de estas citas laborales.
Así, los expertos explican que tiene que primar un enfoque positivo en estos ‘cara a cara’ en los que el aspirante debe expresar «todo lo bueno que puede aportar» al mismo tiempo que muestra un lenguaje cuidado. Los responsables de selección estiman que es igual de importante cumplir con una serie de actitudes positivas, como ser puntual con la cita, conocer las características de la empresa o preparar los argumentos.
Otra de las claves para el éxito se encuentra en evitar cualquier crítica a las empresas anteriores o compañeros, pues, a nivel psicológico, puede ser considerada como una señal de que el candidato es una persona conflictiva. Algo parecido ocurre con mostrar nerviosismo, ya que, además de inseguridad, denota «falta de madurez para el puesto al que se aspira», afirman.
Interrumpir, hablar más de la cuenta, evitar preguntas y mentir también se unen a la lista de actitudes corregibles. En concreto, parar constantemente el transcurso del cuestionario puede indicar impaciencia e incapacidad para escuchar. Además de las características asociadas al lenguaje verbal, los expertos se centran en la imagen que puede proyectar el lenguaje corporal, muy importante para conseguir transmitir confianza y seriedad.
El comportamiento gestual ofrecerá una información muy valiosa al seleccionador. Aprende a controlarlo para evitar que te traicione.
No es lo mismo acudir a una entrevista de selección para conseguir un puesto de trabajo que atender a un cliente, reunirnos con el jefe o citarnos con algún amigo. En cada uno de estos casos, una misma persona se comunicará de cuatro maneras distintas. Y la gran diferencia radicará en el lenguaje gestual, esa parcela tan importante y desconocida de la comunicación, en este caso la no verbal.
En el encuentro con el seleccionador y el consecuente entrechocar de manos, en esos pocos segundos, por increíble que parezca, pueden dar mucha información sobre nosotros. El candidato esperará siempre a que le ofrezcan la mano y se le contestará con confianza, mientras se sonríe y se le mira a los ojos. ¿Qué debe evitarse? Que el contacto sea muy flojo o demasiado fuerte.
En el primer caso quedará claro que no nos gusta el contacto con la otra persona. En el segundo se puede dejar una impresión de agresividad y de estar marcando el territorio. El siguiente paso será tomar asiento, siempre que nos lo ofrezcan primero. No hay que acomodarse como si estuviéramos en el sillón de nuestra casa pero tampoco hay que mostrarse excesivamente rígido o ansioso, ni quedarse en el borde la silla. Los pies se mantendrán en el suelo pero, si esta postura resulta incómoda, no hay problema en cruzar las piernas.
¿Y las manos? Lo mejor es no pensar en ellas para, de esta forma, poder actuar de forma natural. La gesticulación debe reducirse al mínimo y siempre se utilizará como complemento de lo que se cuenta, para enfatizar ciertos puntos.
Los gestos adquieren una personalidad propia. Cada uno de los movimientos que realizamos tiene un significado determinado y, como tal, lo interpretará nuestro interlocutor. Si te acaricias el mentón quiere decir que estás tomando alguna decisión. La autoridad se refleja al entrelazar los dedos. Los tirones de los oídos, los juegos con el cabello y morderse las uñas son una muestra de inseguridad. Si nos frotamos las manos es que somos impacientes, al igual que si tamborileamos los dedos. Cuando te aprietas la nariz estás realizando una evaluación negativa.
Cuando miramos hacia abajo demostramos que no creemos en lo que nos están contando. Si nos sentamos agarrándonos la cabeza por detrás somos una persona con seguridad en nosotros mismos y superioridad hacia los demás. El interés se muestra mediante la inclinación de la cabeza. Mientras que el aburrimiento queda claro si descansamos la cabeza en las manos. La sinceridad, franqueza e inocencia se refleja en las palmas de las manos abiertas.
Los tobillos unidos reflejan aprensión, las manos cogidas a la espalda ira y frustración, los brazos cruzados a la altura del pecho muestran una actitud defensiva y las manos en las mejillas son una muestra de que estamos realizando una evaluación. Cuando crucemos las piernas hay que evitar balancear el pie, signo evidente de aburrimiento. Las dudas aparecen cuando nos frotamos un ojo. Y un toque ligero de la nariz equivale a una mentira, duda o el rechace de una idea.